¿Cómo que ya no te aparece el Piolín que tu tía pone con frases de buenos días? ¿Cómo que ya nadie está hablando del «pregúntale a tu hermano/ novio/ marido/ esposa/ madre/luchona y comenta las respuestas»? ¿Cómo que de pronto tu muro de Facebook se vio repleto de frases a favor de México y memes de Trump? O sea, qué se ha vuelto loca la gente o qué, tal vez.
Hace días admití en mi Twitter que en lo personal nunca había sentido miedo ni nada sobre la victoria de Trump. De hecho siempre sentí esa pequeña emoción en mi ronco pecho, no tía, no era un gas, es un cosquilleo, como lo que las adolescentes sienten cuando ven al cholo de sus sueños o lo que los Godínez sienten cuando esperan que les depositen antes de un puente, es lo que creo le llaman… esperanza.
Yo lo veo como una oportunidad muy grande, creo que es una situación que a la larga será muy beneficiosa para todos. Para empezar, personalmente yo era consumidora número uno de Estados Unidos, bueno no número uno pero sí formaba parte de los $18.7 billones de dolarucos que entraron gracias a los visitantes, según cifras del Travel and Tourism Office. Pero desde la temporada pasada me dije Stop! (porque aunque no vaya a comprar a USA mi mente sigue hablando inglés), decidí no consumir más productos en Estados Unidos y buscar productos en México o mucho mejor hechos en México.
Imagínate que todos aquellos que nos jactábamos de nuestros viajes de fin de semana a Tucson o Phoenix, ahora consumiéramos a las empresas locales. A ese puesto de la Tutuli, a esa boutique en el Mercado, a esa diseñadora independiente, a ese colectivo de marcas mexicanas, ¿para quién iría el dinero? Tranquilos no es un examen de matemáticas, pero es por sentido común que el dinero sería invertido en ese negocio. En ese dueño o empleado de negocio que, tal vez, llegaría a comprarte un café a tu cafetería, tacos a tu restaurante o por tu servicio de limpieza de alfombras. Un ciclo donde todos salimos ganando.
Creo que como bloggers de moda que en cierta manera influimos en las decisiones de compra de algunos, es nuestra obligación unirnos al movimiento del consumo local, y no perdernos en nuestro mundo de filtros bonitos de Instagram. Es un momento en el que todos los sectores, incluso a los que nos gusta usar emojis, demos esa oportunidad a las marcas mexicanas de proyectarse a nuevos mercados, es decir, brincar paro a nuestros carnales (disculpen, cuando me emociono me sale mi colonia rústica).
Pero ya en serio, miremos más allá de nuestra conveniencia, de nuestra zona de confort, arriesguémonos a probar cosas nuevas, pero sobre todo, no bajemos nuestros estándares, paguemos el precio y la calidad. Apreciemos el esfuerzo y eduquémonos como consumidores.